viernes, 11 de noviembre de 2011

Ya lo hago yo

El otro día un adolescente explicaba la siguiente anécdota:
En una asignatura del instituto un profesor les había mandado un trabajo a todos y quiso dar la oportunidad a 3 alumnos de presentar su trabajo al resto de la clase a lo largo de las siguientes semanas.
El adolescente en cuestión fue el primero en ofrecerse. Ante la falta de otros voluntarios, la profesora eligió a dedo a dos alumnos más y les preguntó quién quería ser el primero en presentar. Ninguno de los tres candidatos quiso ser el primero. Ante la indignación del chico, la profesora zanjó el asunto dirigiéndose a él diciendo: “Como has sido el primero en levantar la mano para presentar, serás el primero en hacerlo.”

Menudo desastre para nuestra sociedad si, desde el colegio, mostrar iniciativa es “penalizado”. Opino que la profesora podría haber dicho: “Como has sido el primero en ofrecerte, te dejo elegir cuándo quieres presentar.” Y a continuación fijar las fechas del resto.

Los chicos de hoy en día juegan a un sinfín de videojuegos y son buenísimos aprendiendo las reglas del juego jugando. Con lo cual, la lección que les ha dado esa profesora les calará aún más que a cualquier  otra generación anterior.

Vaticano
La profesora ha logrado, no sólo menguar la capacidad de iniciativa de sus alumnos, sino que se ha complicado su propio futuro. La próxima vez que pida un voluntario para algo, en vez de tener que gestionar una clase llena de manos alzadas que pujan por ser el primero, se encontrará con una clase llena de alumnos que mirarán para otro lado. Eso es bastante más complicado de gestionar energéticamente.

 Nuestra vida mejoraría si nos esforzáramos en evitar “penalizar” comportamientos que, en realidad, querríamos o deberíamos premiar. Esto ocurre en el ámbito profesional y en el privado.

Roma
¿Cuántas veces vemos a un niño intentar hacer algo y, como le vemos torpe, en vez de animarle y tener paciencia, le “arrebatamos” la actividad y la asumimos nosotros?
P.ej. un niño intenta doblar una camiseta y como va lento y lo hace mal, en vez de tomarnos el tiempo de animarle o ayudarle, le cogemos la camiseta y decimos: “Trae, anda, que ya la doblo yo.”

Luego, cuando el niño no quiera doblar camisetas nunca más, nos quejaremos de que todo lo tenemos que hacer nosotras.


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